El silencio...

El silencio...
...debe romperse

lunes, 18 de octubre de 2010

Satanás (2007)

Satanás: El común denominador

Director: Andrés Baiz
Guión: Andrés Baíz, basado en la novela de Mario Mendoza
Protagonistas: Marcela Mar, Damián Alcázar, Blas Jaramillo
País: Colombia
Duración: 95 min

La maldad ha fascinado desde siempre a los seres humanos. El paso del tiempo o las diferentes circunstancias, cambian las categorías de lo que consideramos malo o bueno. Pero hay algo que consideramos maldad pura y nos inquieta ¿de qué seríamos capaces si nos vemos forzados? A veces hemos probado “el sabor de la sangre” pero siempre pensamos que hay un límite de lo normal, que no seríamos capaces de atravesar. Al fin y al cabo somos esencialmente buenos, es la sociedad la que nos corrompe... Y si no es así, al menos nos insensibiliza. Basta observar el fenómeno de los medios de comunicación: el mal se ha vuelto algo cotidiano, una cifra, una estadística. A lo sumo un golpe que nos conmueve durante unos cuantos minutos, mientras un golpe mayor nos hace reaccionar nuevamente, hasta que no reaccionamos más. No vemos las cicatrices que nos recuerdan lo ocurrido, que nos dicen que aquí, SI ha pasado algo. No tenemos memoria y, en cambio, tenemos la famosa memoria selectiva, nuestro mecanismo de defensa para evadir lo que nos afecta, lo que debería afectarnos.

Cada día trae su propio afán y, sin embargo, nos consumimos por un futuro que no sabemos si vamos a ver o no. Y cada día trae también la rutina o el hambre, el estrés del trabajo o la indiferencia, los problemas sentimentales o los trancones en la calle, la impuntualidad o la corrupcion y la impunidad. Son factores que nos hacen seres violentos, extraños, extranjeros, girando en el deteriorado carrusel de las relaciones humanas que jamás ha ido para ninguna parte. Un tránsito eterno, sin destino alguno. No hemos aprendido nada de nuestra experiencia y menos aún de la experiencia ajena. Cada vez somos más hipócritas, menos amables, menos dignos de confianza. Nuestros mecanismos de defensa nos han aislado, haciéndonos más indiferentes. El olvido es una regla, una parte de nuestra identidad que no nos salva de nada, que ya no es una bendición.

Ése olvido crece y se reproduce. Vivimos en un país que todo lo admite y en el cual para todo encontramos una justificación. Realmente nos hemos convencido de que Dios vela por nosotros y ha hecho del nuestro el mejor de los países posibles. Por eso pensamos que es normal lo que hace Paola – el personaje interpretado por Marcela Mar – al ser, al fin y al cabo, una manera de equilibrar la balanza. Quizá en algún momento lo que buscábamos era la Justicia... ahora simplemente queremos nivelar la balanza a como dé lugar. De la Justicia, nuestro antiguo objetivo, sólo nos queda la ceguera. Y el mal nos sigue pareciendo fascinante, sagrado hasta el punto de no querer interrogarlo, ajeno a nosotros... como si no fuera humano.

La eterna pregunta por la existencia de Dios se traduce ahora en la pregunta por su utilidad. Entre lo humano y lo divino, en el extenso terreno que separa el bien del mal se encuentra el personaje interpretado por Blas Jaramillo. Harto ya de estar harto, sin fuerzas ya para luchar por una sociedad decadente, incapaza de acompañarse a sí misma, de consolarse a sí misma y encontrar un camino. Entre una sociedad así y sus creencias espirituales ¿con quién terminaría uno identificándose si es un tanto realista? El sacerdote se siente incapaz para ayudar, no tiene la capacidad moral para hacerlo, la sociedad se le salió de las manos y prefiere unirse al enemigo que combatirlo.

El mal anida en nosotros. Tan dentro que no podemos verlo salvo a una considerable distancia, como una componente más del paisaje. “Satanás” nos muestra a una Bogotá inmersa en un país vulnerable y débil, que se desploma por la indiferencia, el frío del alma y las constantes disculpas. Eliseo es víctima de su propia locura, su incapacidad de comunicarse con todo y con todos, incluso con su familia. Se cree obligado a hacer algo, a hacer justicia, con el espantoso desenlace que ya conocemos.

“Satanás” es una película arriesgada. Se siente como un golpe contundente que muestra a una Bogotá real, que tal vez no nos gusta. No hay gente amable, y el único color brillante es el color de la sangre. Está basada en la novela homónima de Mario Mendoza, quien conoció a su protagonista y nos ofrece un original punto de vista de la situación. Es una película que cuestiona e impresiona, hecha con extremo cuidado y seriedad, con camaradería y amor al buen cine.

martes, 20 de julio de 2010

Closer (2004)

Closer: La vida en el acuario.

Director: Mike Nichols
Guión: Patrick Marber
Protagonistas: Natalie Portman, Jude Law, Julia Roberts, Clive Owen
País: Estados Unidos
Duración: 104 min.

Closer significa “más cerca”, “más de cerca”. En efecto la película es una mirada más cercana, más íntima, a los comportamientos humanos. Señala Milan Kundera en “La Inmortalidad” que hay mucha gente, pocos gestos. De la misma manera hay mucha gente y muy pocos comportamientos posibles. Basta con cuatro personajes para ilustrar los más relevantes. Sin embargo, a pesar de que haya tan pocos comportamientos, en los sentimientos nadie tiene la última palabra. No hay garantías de que lo que empieza bien termine bien. No hay garantías en absoluto. En la primera escena Alice y Dan se miran, se enamoran. Luego miran en direcciones distintas, quizá saben que todo puede fallar y sin embargo se abandonan a ese sentimiento, esperando lo mejor. Esperando algo.

El afiche de “Closer” muestra a los protagonistas mirando de frente al espectador. Dice: “Cuando crees en el amor a primera vista nunca dejas de buscar”. Nunca. Quizá ni siquiera cuando crees ya estar enamorado. ¿Es realmente posible amar a un extraño con sólo verlo? Algo que concierne a la mirada y a los extraños, a “mirar a un extraño”, atraviesa esta película de seres que teniendo un universo de posibilidades prefieren restringir sus reacciones y sentimientos, como los peces que aprenden a vivir en un acuario a pesar de haber conocido la amplitud del océano. Anna, Dan, Larry y Alice viven en una pecera de aguas transparentes, pero turbulentas. Un espacio pequeño, pero desconocido porque no hay peor ciego que el que no quiere ver: llevados por el deseo no son lo suficientemente fuertes para confrontarse y descubrir que están solos, que son débiles, que necesitan protección y compañía. La batalla de los sexos sigue sin un resultado definitivo, porque los hombres, pertenecientes al llamado sexo fuerte, son dependientes y necesitan comprobar siempre que tienen la razón.

Pero esa primera vista no es más que un detonante. Es suficiente para encender la llama, pero no para que la llama perdure. No basta con el instinto de momento. La constancia y la lealtad son las bases sobre las que se construye realmente una relación, que puede o no funcionar. Solo se puede esperar que una relación funcione cuando somos capaces de mirar más de cerca a nuestro compañero. Pocas cosas son tan secretas como una vida humana. ¿Qué es lo que nos hace pensar que podemos captarla de un vistazo? A pesar de las duras lecciones de la experiencia, seguimos esperando un milagro que resuelva nuestras necesidades; confiamos en una señal después de la cual nos comprometeremos y tomaremos las riendas de nuestra vida. ¿En qué momento nos convencemos de semejante mentira? Las cosas que importan requieren nuestro sacrificio, mejor aún, requieren de nuestra participación activa, de algo más que una paciente espera.

Casi nada es como queremos, a no ser que seamos capaces de actuar, de hacer algo. Son las acciones las que nos construyen como personas, no las mentiras que nos decimos o les decimos a los demás.

Closer es una película brillante, con un ritmo intenso que usa constantemente la elipsis para mostrarnos solamente lo indispensable en las vidas de estos cuatro personajes que todos hemos sido en algún momento y, así, cada diálogo es un espejo en el que es posible observarnos. Como peces en un acuario, metáfora de un mundo que cada vez se nos hace más pequeño y nos obliga a soportarnos, aceptarnos e incluso ampararnos unos a otros.

lunes, 24 de mayo de 2010

The Reader (2008)

El Lector: “El premio y el castigo están en mis manos”

Director: Stephen Daldry
Guión: David Hare basado en la novela de Bernhard Schlink
Protagonistas: Kate Winslet, Ralph Fiennes, David Kross
País: Estados Unidos, Alemania
Duración: 124 minutos

Frecuentemente se es suficientemente valiente como para enfrentar la vida, pero igualmente cobarde para evitar enfrentarse a sí mismo. Es un tema que Stephen Daldry ya había abordado en Las Horas y que nuevamente aparece en El Lector: una vida que empieza a mirarse al espejo y a actuar en consecuencia. Hanna Schmitz carga, literalmente, con su pasado, que no comprende y que, quizá sin saberlo, la aterroriza. Se defiende encerrándose en si misma, de modo tal que no sea posible abrir los canales del dolor y seguramente tampoco los de la alegría. No sabemos ya qué es lo que quiere conservar de su existencia esta mujer anónima, dotada apenas con un frágil amor propio y su orgullo, atrapada en un mundo lleno de contradicciones.

Los personajes de Daldry libran siempre el inútil combate de aquellos para quienes la vida no es un camino unidimensional marcado por el ciclo constante que tantos otros parecen vivir sin mayor problema. Se trata de seres esencialmente solitarios, para quienes la pregunta “¿ser o no ser?” no tiene una respuesta obvia y desencadena para ellos un proceso angustiante. Luchan para conquistar un lugar en el mundo, un lugar que les permita desarrollarse tal como son. Quieren agregar su propio color a la, a veces gris, paleta del mundo.

Lo que se vivió durante la Segunda Guerra Mundial puso de manifiesto la vulnerabilidad de la especie humana frente a sí misma, de una manera nunca antes vista o imaginada. Un escenario semejante desemboca en la paranoia y en la certeza de que sólo sobreviven los más fuertes o los más astutos. Así ha crecido Hanna, así ha llegado a ser lo que es: una mujer que en principio no sabe quién es, porque es apenas el instrumento del monstruo de la guerra. No habla mucho y su silencio es una metáfora de lo poco que sabemos de la sociedad alemana bajo el dominio nazi. ¿Qué fue lo que hizo posible un crimen semejante? ¿Cuáles fueron las motivaciones, no ya de Hitler o de los dirigentes sino de la gente común y corriente que permitió que ocurriera? Nada sabemos sobre las decisiones que se tomaron y que convirtieron a toda una sociedad en una máquina de matar, un arma de guerra.

Se requería la delicadeza de Daldry para presentar la historia de esta mujer, atravesada ella misma por contradicciones: limpia pero desordenada, sensible pero incapaz de interactuar con los demás. Una mujer limitada, honesta casi hasta el cinismo, que quiere y no puede dar amor porque no sabe cómo hacerlo. Se nos aconseja “no suponer maldad si ineptitud es otra posibilidad” pero rara vez atendemos a eso, preferimos suponer que el nuestro es un mundo de buenos y malos, donde no existen los matices. Hanna es una mujer que ignora muchas cosas y, aunque su ignorancia no es una excusa, entender que ella no era capaz de imaginar el tamaño del mundo es el único camino que tenemos para comprenderla.

Comprensión, no un juicio, es lo que necesita Hanna. Cualquier juicio es inútil. Sólo ella descubrirá a través de si misma el verdadero alcance de sus acciones. El paso del tiempo nos muestra como Hanna encuentra el camino que la llevará a la libertad, a una libertad que nadie más puede darle. Un hecho fascinante de la película es la cercana mirada a la humanidad y la honestidad de esta mujer, que nunca se traiciona a sí misma, que ha aprendido la lección que la vida tenía que darle. Ni culpable ni víctima, Hanna encuentra su sitio, lejos incluso de una sociedad mezquina que se lavó las manos a través de ella y que renunció a una verdadera comprensión de la realidad histórica con tal de limpiar la falta.

Dice el evangelio “una palabra tuya bastará para sanarme” y justo eso es lo que le faltará a Hanna. Una palabra que le diga que hubo al menos un intento por entender sus acciones.

martes, 6 de abril de 2010

The Constant Gardener (2005)

El Jardinero Fiel: “Desde lo más profundo, te invoco”

Director: Fernando Meirelles
Guión: Jeffrey Caine basado en la novela de John le Carré
Protagonistas: Ralph Fiennes, Rachel Weisz
País: Reino Unido, Alemania
Duración: 129 minutos

Tessa y Justin, los protagonistas de esta película, se conocen durante una conferencia al final de la cual ella cuestiona el verdadero papel de la política exterior de una nación y como los intereses comerciales terminan definiéndolo todo. Tessa, que está en el público de la conferencia, eleva su voz y ninguno de sus compañeros la apoya, una vez hecho el mínimo esfuerzo de oir lo que Justin tenía que decirles quieren desentenderse del asunto. Solo Justin la escucha hasta el final y la protege. Quizá esta escena sintetiza la relación de Tessa y su esposo, Justin, el jardinero fiel y constante. Solo la constancia y la fidelidad del jardinero salvarán los ideales de Tessa, que no encuentran eco en parte alguna, que son una voz que clama en el desierto. Muchos de nosotros nos desentendemos de los asuntos desagradables una vez hemos hecho el mínimo esfuerzo, a veces sin siquiera hacer ese esfuerzo mínimo. Cualquiera de nosotros puede reconocer a voz en cuello que es un defensor de la vida, siempre y cuando no haya que ensuciarse las manos. Defendemos “la vida” como un concepto abstracto, no la vida de alguien en particular. A veces ni siquiera la nuestra.

¿A qué se enfrenta Tessa? Sin duda a esa gente que “toma el té junto a la chimenea” mientras la turba hambrienta se destruye a sí misma. Lo terrible es que lo hace prácticamente sola y es que el tema de esta película es la soledad. La soledad de quienes deciden hacer su propio camino y abordar problemas que nadie más quiere ver, la soledad de quien arriesga todo para ser fiel y constante y no defraudar la confianza que se depositó en él. También la soledad del continente africano, convertido en una inmensa jaula de conejillos de indias, abandonado a su suerte y condenado a ser el títere de los intereses comerciales de las compañías farmacéuticas y los vendedores de armas. Quien piense que esto es una exageración debe recordar el genocidio de Ruanda o los excesos del apartheid en Suráfrica.

¿Qué pretende Tessa? Hacer del mundo un lugar mejor, un lugar digno para vivir. No se trata de tenerlo todo, simplemente tener lo mínimo. Se trata de no ser considerado prescindible. Un mundo donde los derechos fundamentales no se conviertan en un negocio que excluya a quienes no tienen ningún privilegio. Ha hecho de semejante misión, digna del Quijote, su trabajo y su vida. “Mi trabajo es mi vida”, llega a afirmar, y también: “sin mi trabajo no soy nada”.

Meirelles ha construido su película con base en la soledad y la confianza. Confía en el paisaje, crudo y hermoso, pero también asfixiante, como la realidad que pretende describir. Confía en los protagonistas que construyen actuaciones brillantes – el premio Óscar de la Academia para Rachel Weisz es un gran acierto – y en una cámara que varía según la intención narrativa del momento, a veces documental, a veces video casero y también las escenas abiertas que quieren capturar la grandiosidad del paisaje. “El Jardinero Fiel” es el reflejo de una lucha, esa lucha que es lo único que puede salvarnos, redimirnos, del tedio de una vida inútil.