Promesas Orientales: Ayúdate que yo te ayudaré.
Director: David Cronenberg
Guión: Steven Knight
Protagonistas: Naomi Watts, Viggo Mortensen, Vincent Cassel
País: Reino Unido, Canadá, Estados Unidos.
Duración: 100 minutos.
Director: David Cronenberg
Guión: Steven Knight
Protagonistas: Naomi Watts, Viggo Mortensen, Vincent Cassel
País: Reino Unido, Canadá, Estados Unidos.
Duración: 100 minutos.
Aunque “Eastern Promises” equivale a “Promesas Orientales”, se tradujo aquí como “Promesas Peligrosas” y esto suena redundante porque toda promesa encierra el peligro de que no se cumpla, incluso cuando el que promete tiene toda la intención de ser fiel a su palabra. Es una película que nos cuenta cómo en un mundo hostil, aún es posible que un ser humano se conmueva por la suerte de otro, sin que medien lazos afectivos o familiares. Comienza con Tatiana, una adolescente rusa embarazada que llega a un hospital en un estado tan lamentable que sólo es posible salvar a su bebé. Desde el principio vemos las dos caras de la moneda, la crueldad humana que acabó con la vida de Tatiana y la solidaridad de Anna, la doctora que la atiende y se obsesiona por entender lo que ocurrió, por honrar de alguna manera su memoria. La única pista con la que cuenta es un diario escrito en ruso, que funciona como el hilo conductor de la primera parte de la historia.
Las imágenes tienen una textura particular; en medio de un silencio matizado por suaves melodías aparecen los elementos de la historia y, como un personaje más, las tradiciones rusas; con ellos la sensación de que Anna se está involucrando con un enemigo mucho más grande de lo que puede imaginar y enfrentar. Anna es un poco como Clarice Starling (de “El silencio de los corderos”) o como Alicia (de “La Historia Oficial”), mujeres comprometidas con el destino de alguien más, buscando salvarse a sí mismas. ¿Cómo se establece ese compromiso? ¿Hasta donde se está dispuesto a llegar? “Eastern Promises” reflexiona sobre la condición humana y se interroga qué tan cierto es eso de que el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe. Quizás la bondad y la maldad no sean más que el producto de un acto reflejo o de un mecanismo de defensa. Son las circunstancias las que condicionan los actos, que son consecuencia de lo que aprendemos, de lo que queremos, de las tradiciones con las que fuimos educados o la brutalidad de la que hemos sido víctimas.
Anna puede ser débil, pero no pierde el carácter. Los protagonistas de esta historia saben que encontrar lo que uno quiere puede requerir grandes sacrificios. Nikolai, por ejemplo, está dispuesto a meterse en las venas de su enemigo, ganarse su confianza y hacerse parte de él: convertirse en eso que quiere combatir. No se trata de una simple exhibición de coraje. No es sólo vanidad: hay allí una razón más profunda que pone en juego la propia vida y la esperanza de que alguien más pueda beneficiarse. Al fin y al cabo si hay tantas víctimas anónimas de la maldad ajena ¿no podría haber también “beneficiarios anónimos” de la bondad de alguien más? Como en la caja de Pandora, en el fondo permanece la esperanza. Hay un amor por la vida que de alguna manera guía a los protagonistas. Si bien se enfrentan a enemigos poderosos, tienen también poderosos aliados, nos comunican un profundo respeto por la vida y una sincera intención de construir un lugar en el mundo y así, hacer del mundo un lugar habitable.
La historia de Tatiana nos abre los ojos sobre el fenómeno del desplazamiento en el primer mundo. Observamos que en todas partes hay campesinos inconformes que sueñan con un futuro mejor o con la oportunidad de tener una vida tranquila. Ellos emigran a las grandes urbes para descubrir, en la mayoría de los casos, que los sueños son eso: sueños. Puesto que el pez grande se come al chico, siempre habrá personas dispuestas a aprovecharse de la debilidad de las personas que sólo tienen ilusiones para enfrentarse al mundo.
De manera pausada y lineal, David Cronenberg nos presenta una historia sobre las cosas que dejan huellas imborrables en nuestra historia personal. ¿Otra vez? Quizá, pero el cine puede contar una y otra vez la misma historia de modo que el espectador sea quien la complete con su visión personal del asunto. En esta película aparece la inútil brutalidad de la violencia física, pero también el sentido de la solidaridad. La posibilidad de que un sacrificio salve realmente una vida.