Expiación, deseo y pecado: las letras no hablan.
Director: Joe Wright
Guión: Christopher Hampton basado en la novela de Ian McEwan
Protagonistas: Saoirse Ronan, James McAvoy, Keira Knightley.
País: Reino Unido, Francia.
Duración: 123 minutos.
A veces pareciera que estamos hechos de palabras. Un nombre propio nos inscribe en el universo del lenguaje y, a partir de entonces, olvidamos con frecuencia que “del dicho al hecho hay mucho trecho”. Lo cierto es que estamos hechos de carne y hueso y las palabras nos hacen daño. Se puede decir “amor” pero no es posible explicar lo que amar significa. ¿Cómo explicar que en el corazón no manda nadie? ¿Cómo explicar que cuando se ama el cerebro deja de funcionar? Es el sentimiento el que asume el mando. Y las palabras tienen muy poco poder de explicación.
Briony Tallis a los 13 años ya es una escritora. El suyo es un mundo de palabras, sus cuestionamientos son diferentes a los de las personas que lo rodean. Se ilusiona más fácil y por eso quizá sus ilusiones son más frágiles, por ello es mucho más sensible al dolor. Su reacción es infantil, si, pero eso no tiene nada que ver con su corta edad. Todos somos como niños cuando nuestras ilusiones se rompen. Su ira contenida desencadena una tragedia, la historia que cuenta Atonement. Se trata de un guión bellamente contado. La película plasma toda la elegancia y la educación propias de la cultura inglesa. Es la historia de un secreto que se nos revela paulatinamente. Brionys está enamorada, se trata de un amor platónico, un amor ajeno. Ella no está dispuesta a vivir ese amor si no puede poseerlo y esto hará que su amor se vuelva otra cosa, causando un profundo daño en todos los protagonistas.
La canción de Alaska y Dinarama recuerda que es difícil pedir perdón. Después de todo, ¿qué significa perdonar? Perdonar no significa olvidarse de todo por completo, eso es imposible. Cuando uno hace daño no puede esperar que el simple gesto de pedir perdón cierre milagrosamente todas las heridas. Por difícil que sea pedir perdón siempre es más fácil que evitar ceder a nuestros impulsos y causar daños irreparables, de los cuales a veces no somos concientes. ¿Con qué derecho pedimos perdón, si ni siquiera sabemos el alcance de nuestras acciones? El daño que uno causa puede dejar secuelas que son como ecos de gritos que nunca terminan.
Brionys actúa por impulso. A su edad puede intuir, al menos vagamente, las consecuencias de sus acciones. Ella es escritora, en cierto sentido una clarividente. Como creadora de historias puede manipular las cosas y, quizá, salirse con la suya. No quiere sufrir por no ser amada, pero tal sufrimiento es inevitable. Descubre que haga lo que haga no podrá llenar el vacío de su corazón. Se cree a sí misma una juez y toma una decisión apresurada, que la afectará incluso a ella. Dedicará el resto de su vida a purificar sus recuerdos, a limpiar las pesadillas que, a la manera de una diosa, ella misma ha creado.
Atonement no nos dice lo que el perdón es, pero nos da una idea de lo complejo que puede ser el proceso de perdonar. Es el amor lo que preside este proceso, sólo un amor auténtico es el verdadero guía para drenar el sufrimiento y lavar las culpas. A veces el hecho de perdonar o pedir perdón ni siquiera tiene sentido, depende de la magnitud del daño. Depende también del tiempo, que definitivamente no perdona. El acto final de Brionys puede pensarse como un acto de amor. Pero lo cierto es que es un acto que no hace feliz a nadie, un acto hecho de palabras que ya no pueden curar. Es demasiado tarde. Las letras no hablan, no abrazan y no secan lágrimas. Con las palabras se pueden moldear realidades, se pueden crear fantasmas pero la realidad nos duele lo mismo, aunque no seamos capaces de verla tal cual es.
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