El silencio...

El silencio...
...debe romperse

domingo, 13 de julio de 2008

THE DEATH AND THE MAIDEN (1994)

La Muerte y la Doncella: “Recuerdos que hablan”

Director: Roman Polanski.
Guión: Ariel Dorfman, Rafael Yglesias.
Protagonistas: Sigourney Weaver, Ben Kingsley, Stuart Wilson.
País: UK USA France
Duración: 103 min.

Algo terrible ha ocurrido en el pasado de Paulina y la atormenta el recuerdo de los hechos que tuvo que vivir, aunque su vida haya cambiado. En una noche de lluvia la oportunidad de encontrar “justicia y reparación” llega hasta la puerta de la casa de Paulina de la mano de Gerardo, su esposo. Desde ése momento tres personajes (un acusado, un acusador, un juez) se verán enfrentados a la búsqueda de la verdad en una extraña “noche del juicio”.

En Colombia se viven a diario situaciones atroces de las que no tenemos o no queremos tener conocimiento. ¿Acaso es necesario que la desgracia toque nuestras puertas para tener conciencia de lo que nos está ocurriendo? Tales hechos han tenido efecto: nos han aterrorizado y nos están dejando en silencio, en un país donde la cultura de la denuncia no existe. Estamos perdiendo la libertad de expresión y la confianza en un futuro mejor. Tenemos miedo de los golpes, de las humillaciones o de la muerte que reciben quienes dicen lo que piensan.

Hay quienes mueren. Hay quienes han estado al borde de la muerte y han sobrevivido. En cada caso se entabla un diálogo con la muerte. Quien ha visto a la muerte de frente o se ha visto privado de la libertad no puede borrar las secuelas de la experiencia, para ellos el olvido no es una opción. Es el infierno que vive Paulina por atreverse a pensar. En esta “noche del juicio” Gerardo no entiende y le parece irónico lo que está pasando, las casualidades existen (como las brujas aunque no se deba creer en ellas). Quiere creerle a su esposa pero piensa que está resentida y paranoica. ¿No es natural el resentimiento y la paranoia después de vivir un horror semejante?

Un sobreviviente se enfrenta también a la incomprensión. A la soledad de haber pasado por una experiencia incomunicable. Gerardo no puede siquiera imaginar lo que Paulina ha vivido. ¿Cómo creer en lo que ella dice? ¿Cómo comprender lo que ella hace? ¿Cómo desconfiar de Roberto? Un señor tan formal, que lo sacó de un lío con su carro, que habla de Nietzsche y que adora a Schubert. Un hombre como cualquier otro ¿cómo puede hacer tanto daño? Al igual que Gerardo, estamos acostumbrados a pensar que quienes son capaces de acciones criminales tienen algún rasgo distintivo, que son enfermos mentales o que su “maldad” es evidente. Son imaginarios que los medios de comunicación contribuyen a fortalecer. ¿A quién le creemos en Colombia? ¿A las víctimas, que muchas veces carecen de voz? ¿A los medios que son a veces cómplices de los victimarios?

Dirigida por Polanski en su etapa interesante y arriesgada, “La Muerte y la Doncella” está basada en la obra de teatro de Ariel Dorfman, lo cual le da un tono íntimo, a veces claustrofóbico. A través de las actuaciones y los pequeños detalles se nos revela paulatinamente lo que ocurrió, la tragedia que años atrás vivió Paulina. Posee una excelente banda sonora que nos lleva de la calma a la desesperación, en un inquietante vaivén. Al compás de la música de Schubert, Paulina pone en juego todo sus recuerdos y le apuesta a la búsqueda de la verdad, a la justicia. Hay quien dice que la verdad no existe, que depende del punto de vista de cada quien. Algo nos dice que esto no puede ser cierto, que los relatos se pueden alterar pero la verdad está en alguna parte esperando ser encontrada. Los protagonistas descubren que la verdad libera, es el camino hacia el perdón.

Lo cierto es que vivimos más cerca de la muerte de lo que creemos: no sólo la muerte física por supuesto, también la muerte de la ilusión. La muerte y el sabor que ella irradia son una compañía constante, más o menos evidente. “La Muerte y la Doncella”: cualquier parecido con la realidad colombiana es pura coincidencia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una reseña muy madura y contemporánea.

Unknown dijo...

Será posible alcanzar este tipo de "justicia" en Colombia?