Las Relaciones Peligrosas, dime con quién andas y te diré quién eres.
Director: Stephen Frears
Guión: Christopher Hampton basado en la novela de Choderlos de Laclos
Protagonistas: Glenn Close, John Malkovich, Michelle Pfeiffer.
País: Estados Unidos, Reino Unido.
Duración: 119 min.
Somos seres imperfectos. Avanzamos por la vida como por una cuerda floja, nunca sobre seguro. La imperfección nos ayuda a vivir, claro, pero hace que a veces deseemos morir. Hace que cuestionemos nuestra autenticidad, nuestro lugar en el mundo. Nuestra imperfección es el hogar de nuestros demonios interiores, esos que queremos exorcizar; es el hogar de nuestras obsesiones, la copa que contiene todo nuestro veneno. Cada uno se enfrenta a ese infierno con lo que tiene a mano. Mientras unos se castigan todo el tiempo, hay quienes se convencen de que el mundo les debe algo y se las ingenian para obtenerlo a toda costa. Sus demonios interiores los enseñan a manipular y pronto aprenden que “el fin justifica los medios”. ¿Es esto la maldad? Los seres “malos” tienen también sentimientos, ocultan un profundo dolor y una frustración que demuestran (si se puede llamar así) de una forma animal, haciendo daño a otros para no hacérselo a si mismos.
La historia de Relaciones Peligrosas es agresiva y violenta. No es un guión que pretenda dar ejemplo, no nos ayuda a respetar o amar. Nos abre los ojos sobre la inmoralidad de las personas, sobre la desdicha que se puede cernir sobre nuestras vidas de buenas a primeras, sin que hayamos hecho nada para merecerlo. A pesar del final, que puede tener un cierto tono de moraleja, enseña que es posible vivir bien rompiendo todos los parámetros de la rectitud. La marquesa de Merteuil y el vizconde de Valmont se sienten dioses, para ellos el orgullo no puede esperar, no están dispuestos a recibir un segundo lugar. La hipocresía que oculta sus oscuras intenciones, les servirá también para ocultar sus lágrimas; han aprendido a ocultar la angustia y el dolor porque son muestra de debilidad.
Observamos en esta película el contraste que existía entre las clases sociales de la época, un profundo desequilibrio que años más tarde desembocaría en la Revolución Francesa. Los protagonistas no ganan el pan con el sudor de su frente. ¿Cómo pasar el tiempo? Algunos, como Madame de Tourvel, optan por la espiritualidad y el recogimiento; sin embargo el nuestro no es un mundo de santos y así hay quienes piensan que vale la pena divertirse a costa de otros. Si en el camino se destruye la paz o la vida de alguien más, se trata de daños colaterales. El ocio y la obsesión por el sexo son enfermedades tan antiguas como la condición humana; sin obligaciones concretas, sin tener nada más en qué pensar, la marquesa de Merteuil y el vizconde de Valmont terminan siendo simples títeres de sus propias pasiones, aunque se crean los titiriteros.
La película es una verdadera joya visual. Cada fotografía está construida con precisión, transmite el espíritu de la época, decadente y refinado. Las actuaciones son magistrales, basta observar la evolución de Glenn Close, cuya imagen abre y cierra la película; la exactitud en la elección del reparto es sorprendente. Una dirección armoniosa al compás de una música que es cómplice de cada escena, hacen de Relaciones Peligrosas una película realmente digna de verse por el gusto exquisito con el que fue elaborada. Sin embargo su belleza no pretende engañarnos; al final sentimos que no estamos a salvo: algo o alguien más está dirigiendo los hilos y eso puede tener consecuencias fatales.
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