El silencio...

El silencio...
...debe romperse

lunes, 19 de octubre de 2009

The Talented Mr. Ripley (1999)

El Talentoso Señor Ripley: "El precio de ser uno mismo"
Director: Anthony Minghella
Guión: Anthony Minghella basado en la novela de Patricia Highsmith
Protagonistas: Matt Damon, Gwyneth Paltrow, Jude Law, Cate Blanchett.
País: U. S. A.
Duración: 139 minutos.
¿Quién es quién cuando no se tiene nada? Bajo la piel somos todos iguales. Pero no vemos bajo la piel, sólo nos guíamos por las apariencias. Cuesta trabajo darse cuenta de que es más importante ser que parecer, que las cosas que tenemos sólo pueden dar una idea muy vaga de lo que realmente somos ¿Quién es quién cuando lo consigue todo sin el menor esfuerzo? Tom es un talentoso “don nadie”, un ser totalmente invisible para el mundo aunque sensible y callado. El profundo desamparo que lo habita no será un buen consejero. Lo más importante, no tiene nada que perder.
A veces la vida de uno puede cambiar radicalmente. Pero generalmente ése cambio es para mal. En el mundo son muy pocas las oportunidades que uno tiene para salir de la vida que no quiere cargar. Pero el destino es tramposo y nosotros ambiciosos. Las trampas del destino se pueden combatir y, un camino, es mentir y aparentar. Pero la ambición siempre es infinita, no tiene fondo y por eso vuelve el asunto mucho más complejo.
“The Talented Mr. Ripley” es una historia bella y genial. La belleza en este caso es superficial y resbaladiza: los sentimientos son medidos y poco duraderos, en modo alguno se trata de una historia romántica. Es genial porque el personaje, de alguna manera, se sale con la suya. Tom veía un mundo en sueños que de la noche a la mañana se hace real, aunque sólo por un instante. Ahora no quiere perder su fantasía. Justo entonces la ambición hace su parte, la moral y la honestidad retroceden. Tom quiere sostener lo insostenible y se obsesiona con esa idea, sus bajos instintos salen a flote y llegan a los peores extremos. Quizá más de una vez acciones como las de Tom han pasado por nuestra cabeza, pero se quedan ahí. No se hace la transición del pensamiento al acto cuando se tienen los pies en la tierra, aunque el amor propio esté herido. Tom no conoce límites porque su amor propio está muerto. Eso hace de él un personaje tan singular.
Un error puede llevar a otro error. Una mentira con seguridad nos llevará a otra mentira. Como una bola de nieve. Tom no tiene escrúpulos, sólo su obsesión. Lucha para salir bien librado y ocupar un lugar privilegiado en la cadena alimenticia. No importa que luego se arrepienta y quiera volver atrás y empezar de nuevo. Lo más triste de la vida real es que lo hecho, hecho está.
El guión recoge los elementos básicos de la novela homónima de Patricia Highsmith para crear una historia completamente diferente. Cada uno de los personajes (incluso algunos que no aparecen en la novela) está sólidamente construido a través de actuaciones precisas y acertadas. La cinematografía es impecable, todo tiene una razón de ser y cada cosa tiene algo que decir. Nos transmiten la sensación de que en todo tiempo y lugar los seres humanos somos los mismos: la sociedad nos traza caminos que nos limitamos a seguir. Son matices que hacen de esa historia una película con buen ritmo, angustia y sobre todo, belleza. La angustia de no poder evitar ser quien se es. Claramente Tom paga un alto precio por ser como Dickie, pero es mucho más alto el precio que paga por tener que ser él mismo. Su yo lo acecha en todas partes.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Confesión a Laura (1990)

Confesión a Laura: “Detrás de las ventanas”

Director: Jaime Osorio Gómez
Guión: Alexandra Cardona Restrepo
Protagonistas: Vicky Hernández, Gustavo Londoño, María Cristina Gálvez
País: Colombia
Duración: 90 minutos.

Nuestro lado secreto, ése que sólo aparece en la intimidad, tiene para cada uno de nosotros un peso de realidad que a veces supera incluso el del amor. Aunque no lo dejemos ver, ése lado secreto gobierna cada uno de los actos de nuestra vida. No es casualidad que juzguemos a los demás por sus actos y a nosotros mismos por nuestros ideales.Nos convencemos de que, en algún momento, somos eso que creemos ser, que deseamos ser: el “yo” al que sólo damos rienda suelta a solas.
“Confesión a Laura” se desarrolla durante el 10 de abril de 1948, al día siguiente del Bogotazo. Históricamente se considera el punto de partida de la violencia. Para Laura y Santiago constituye el momento en el que se dan cuenta de que la vida puede terminar, de que no hay certeza sobre la forma como los acontecimientos externos pueden afectar nuestra existencia. Es una oportunidad para reflexionar sobre su lado oculto y sobre todo para preguntarse si vale la pena seguir ocultándolo. Toda una vida de apariencias puede acabarse de un momento a otro sin que nos hayamos arriesgado a ser plenamente lo que somos. La historia ha mostrado las consecuencias de la violencia que se generó a partir del Bogotazo. Hemos visto la humillación y la deshumanización que acarrea. De alguna manera, aún de manera inconsciente, seguimos siendo víctimas de esa injusticia. “Confesión a Laura” exhibe otra consecuencia posible de la violencia. Cuando la vida se pone en juego, surge la pregunta sobre su sentido.
Laura y Santiago están encerrados. La muerte acecha fuera del cerco en el que están capturados. En esa situación aflora el deseo de compartir el hecho íntimo. Cada uno deja que el otro vea su lado secreto, que ha perdurado a pesar del paso del tiempo y que los hace realmente humanos. Es la otra cara de la moneda: el hecho violento también puede hacer que reflexionemos sobre el sentido de la vida, también se puede convertir en el punto de partida de la solidaridad, de la conciencia de la humanidad del otro.
En “Confesión a Laura” son protagonistas la violencia y la intimidad. Tanto en la una como en la otra, todo se vale. La violencia es ceguera mientras que la intimidad permite abrir nuevos horizontes sobre lo que somos. La violencia nos destruye, mientras que la intimidad nos permite imaginar una nueva manera de construirnos. Cuando Laura y Santiago comparten esa intimidad surge la posibilidad de hacer las fantasías realidad. La muerte, que puede generar más muerte, también puede generar la posibilidad de una nueva vida.
Con un argumento sencillo, “Confesión a Laura” está fuertemente soportada en las actuaciones de Vicky Hernández y Gustavo Londoño. Son signos vivientes del paso del tiempo y la nostalgia. Se trata de una historia universal y, sin embargo, teñida del color local de la Bogotá de los 40. Indudablemente una historia grande, que sorprende por su sencillez y originalidad en el contexto del cine colombiano: no hay desnudos gratuitos, ni espectáculos sangrientos ni “actrices” que hacen el papel de hombres transexuales.
“Confesión a Laura” representa un cine maduro, humano y contemporáneo. Una dirección mesurada e inteligente de un guión sólido y memorablemente actuado.

domingo, 31 de mayo de 2009

The Silence Of The Lambs (1991)

El Silencio de los Corderos: Los inocentes no se callan.

Director: Jonathan Demme
Guión: Ted Tally basado en la novela de Thomas Harris
Protagonistas: Jodie Foster, Anthony Hopkins
País: USA
Duración: 118 minutos.

Una delgada membrana separa nuestra vida pública de nuestro lado oscuro. Hay una parte de nosotros que, conciente o inconcientemente, dejamos en tinieblas. Hay cosas de nosotros mismos que preferimos que nadie vea. Nadie. Ni siquiera nosotros mismos. Cuando Clarice Starling desciende hasta el sótano en el que se entrevista por primera vez con Hannibal Lecter esa membrana empieza a volverse translúcida. El cristal que separa a Lecter de Clarice, le permite también a ella ver su propio reflejo. En efecto, ella se verá a sí misma como nunca antes lo había hecho.
Sólo palabras mediarán entre Clarice y Lecter. Sin embargo cada una de las palabras que se dicen tiene la virtud de alterar la visión de la realidad. Cada palabra es un afilado instrumento que horada el pasado, y por lo tanto hace tambalear el presente. Las palabras de Lecter pueden incluso matar y de hecho matan a su vecino de celda. En el caso de Clarice, Lecter quiere otra cosa. Sus palabras harán que Clarice tome las riendas de su propia vida. Lo que ocurra después, querida Clarice, es problema tuyo.
En “El Silencio de los Corderos” el pasado y el presente se mezclan para curarse mutuamente. Clarice nunca ha reflexionado sobre su existencia y sus motivaciones. ¿Para qué convertirse en una detective del F. B. I.? Quizá para seguir por una calle que ya otros trazaron. Al fin y al cabo basta con hacer lo que otro dice. Clarice debe pensar más en los demás que en sí misma. Pero Lecter aparece para mostrarle que el camino de la evasión sólo la conducirá hacia ella misma, hacia ese lado oscuro que en elgún momento decidió no ver más. Ella descubre que bajo su aparente vida vacía hay otra cosa, no puede seguir sintiéndose protegida. Los demonios que la habitan siguen vivos, seguirán vivos hasta que ella decida ocuparse del asunto.
Lecter es un enemigo. La bestia. El nombre “Caníbal” no es suficiente para describir lo que Lecter es. Un hombre cuya inteligencia lo sitúa en la posición de decidir quien muere y quien vive. Clarice quiere salvar una vida. Quizá no sabe que es su propia vida la que quiere salvar. Lecter la ayudará a saberlo. Le dará también la oportunidad de seguir una carrera brillante, de dar lo mejor de sí y ser y aprender a ser completamente ella. El miedo es un arma que Clarice no sabía usar y que, finalmente, le salvará la vida.
Somos seres insatisfechos. Incompletos. A veces necesitamos desesperadamente una razón para amarnos, al no encontrar nada inventamos un argumento. El horror aparece cuando ese “amor propio” no quiere respetar ya nada y la debilidad del otro se vuelve el instrumento perfecto para la autosatisfacción. Si, el horror llega cuando de verdad creemos que el fin justifica los medios. Una vez se cruza esa barrera se es capaz de cualquier cosa.
Es una película. Las espantosas imágenes de sangre, dolor y violencia nos conmueven menos porque pensamos “es una película”. Lo que ocurre es que la realidad puede ser aún más espantosa y no se requiere ir muy lejos para comprobarlo. En ciertas circunstancias el proceder de los seres humanos es completamente inhumano. En un escenario semejante, la frase “ayúdate que yo te ayudaré” adquiere un significado macabro. Es una consecuencia natural de la ligereza con que ahora asumimos el terror y la violencia. El silencio de los inocentes ha vuelto a los inocentes culpables. El silencio se convierte en indiferencia. La mente se contrae, se limita. Al callar nuestro entorno se empobrece. El silencio... debe romperse.
Se trata de una película magistralmente dirigida, con un excelente guión y muy buenas actuaciones. Es un ejemplo inmediato de película armoniosa. La dirección de arte, inspirada en la obra de Francis Bacon, es admirable. Pudo ser un trhiller más (como algunas de sus secuelas, precuelas y demás) pero se convirtió en un drama sobre la introspección y la búsqueda de la propia liberación.

jueves, 9 de abril de 2009

THE BRIDGES OF MADISON COUNTY (1995)

Los Puentes del Condado de Madison: “Ser o No Ser”
Director: Clint Eastwood
Guión: Richard LaGravenese basado en la novela de Robert James Waller
Protagonistas: Clint Eastwood, Meryl Streep
País: USA
Duración: 135 minutos.

Se dice que hay dos tragedias en la vida: una es no conseguir lo que se desea. La otra es conseguirlo. Aquello a lo que nos aferramos no dura para siempre y rara vez dura lo suficiente como para que podamos desprendernos con facilidad. Los protagonistas de Los Puentes del Condado de Madison no quieren decir adiós. Ninguno de ellos “tuvo tiempo para saber si eso era felicidad o estaba dejando de serlo”, como dice Saramago en La Caverna.

Tanto Francesca como Robert descubren que el Amor, con A, ha permanecido ausente de sus vidas. En vez de eso hay resignación. Se es condescendiente con la existencia. Francesca ha cumplido con sus obligaciones: es una mujer ejemplar. Tiene una familia, ha criado a sus hijos con devoción y ha sido una esposa incondicional. ¿Qué hay después de todo eso? Su fuerza vital parece haberse adormecido, sólo queda la perspectiva de una vejez tranquila al lado de Richard, el hombre que ha elegido como su marido. Es un camino recto y aparentemente, sin sorpresas.

En medio de la vida “común y corriente” de Francesca aparece una oportunidad que ella jamás había imaginado. Basta un encuentro casual para modificar la visión de la propia vida, la forma como se asume tanto el pasado como el futuro. De repente todas las certezas se pierden. Ella había dejado su vida en manos del destino y un día, por azar, el destino le devuelve las riendas. Descubre entonces que todavía hay cosas por decidir, descubre que “vivir” es jugarse la propia existencia todo el tiempo.

Las cosas de las que Francesca se había olvidado regresan para confrontarla. Entonces ella se da cuenta del tiempo perdido y de que con el tiempo se va también la fuerza que nos hace emprender rutas diferentes. El tiempo nos hace más maduros o más cobardes, según se vea. El adagio popular dice que “al que le van a dar, le guardan”, pero a veces es demasiado tarde. Eso no impide que uno se cuestione por el sentido de su existencia. Demasiado fácil se dice que nunca es tarde para empezar.

A un tiempo estos dos personajes han sufrido las dos desgracias de la vida. Y sin embargo esta es la fuente de toda su felicidad futura. Esta paradoja la enuncia mejor Marguerite Yourcenar en Fuegos: “No hay amor desgraciado: no se posee sino lo que no se posee. No hay amor feliz: lo que se posee ya no se posee.” No sabemos que habría pasado si las decisiones hubieran sido diferentes. ¿Han renunciado realmente a la felicidad? Acaso el resultado hubiese sido en resumidas cuentas el mismo.

Los Puentes del Condado de Madison es una obra sencilla y profundamente humana, construida con sensibilidad y delicadeza. A través de sus imágenes es posible captar la vulnerabilidad de los personajes y entender que tienen razones profundas para obrar como lo hacen. Dice Saramago en La Caverna que “lo malo no es tener una ilusión, lo malo es ilusionarse”. Tal es el punto donde casi todos fallamos.

domingo, 5 de abril de 2009

THE OTHERS (2001)

Los Otros: ¿Hay alguien ahí?
Director y Escritor: Alejandro Amenábar
Protagonistas: Nicole Kidman, Alakina Mann, James Bentley
Duración: 101 minutos.
El primer parlamento de Grace, la protagonista de esta película, es un alarido. Quizá ella busca una catarsis, quizá ella busca purificar su alma. Pero lo hecho, hecho está; nada la podrá salvar de la realidad. Ni siquiera sus ingenuos mecanismos de escape, como transferir la culpa a alguien más o sencillamente pretender que no ha pasado nada. La realidad se impone, es mucho más grande que nosotros. Uno puede o no asumirla, pero las consecuencias no se hacen esperar.

Algunos son capaces de sentir la culpa y para ellos es como un torrente. No les es posible contenerla eternamente. Cuando se es conciente del daño que se ha hecho se sabe que el acto de contrición es inútil. Los actos de contrición pertenecen al protocolo, rara vez se vinculan con el dolor de las personas, rara vez son capaces de curar las heridas de quienes se han visto afectados. Y eso lo sabe tanto la víctima como el victimario, no se puede tapar el sol con un dedo. Sin embargo no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Grace ensaya el camino de mentirse a sí misma. Quizá lo hace de buena fe. Tiene a su favor la inocencia de su familia, el aislamiento al que están sometidos en esa isla perdida y toda una tradición religiosa. Son elementos que ella usará para parecer una víctima y propagar su convicción de que no ha pasado nada, que la vida continúa. Sin embargo la suya es una familia golpeada por la soledad, la oscuridad y el miedo. La realidad va a paso lento pero seguro, como la luz del amanecer se irá filtrando y descubriendo a Grace lo insostenible de la farsa. Ella no sabrá leer las señales que gradualmente le dicen que si, que algo está pasando.

Grace dice creer en Dios. Si es así, ella sabe que Dios está en todas partes, que es testigo de todo cuanto hacemos. Ella antes de afrontar la verdad inventará mil justificaciones diferentes y se enredará en sus propios argumentos. Sólo de golpe descubrirá que asumir la realidad es más sencillo que acorralarse en la trampa que creo para evadir su culpa.

La atmósfera de Los Otros da cuenta del estado mental de Grace. Eso que ella se oculta funciona como la niebla que aísla a su familia del resto del mundo. Eso que ella se niega a reconocer los ha sumergido en la incertidumbre. Acaso la tiniebla de la que hablan los evangelios sea la duda constante, el temor de estar todo el tiempo equivocado. Acaso ese miedo constante sea el infierno. Un infierno que evocamos cada vez que actuamos en medio de la desesperación, siempre que tomamos una decisión sin ver claramente. Son momentos en los que podemos hacer daño a los demás sin saber si se lo merecen o no.

“El infierno son los otros”, dicen que dijo Sartre. Los Otros. Nunca nosotros que no tenemos la culpa de nada. Nos aferramos a esa certeza, sin saber que no vale la pena aferrarse a nada. Vale la pena vivir cada instante. Saber en qué momento es necesario desprenderse de tal o cual cosa que ya se ha muerto. Nadie está bien cuando se obliga a ser lo que no puede ser.