El Jardinero Fiel: “Desde lo más profundo, te invoco”
Director: Fernando Meirelles
Guión: Jeffrey Caine basado en la novela de John le Carré
Protagonistas: Ralph Fiennes, Rachel Weisz
País: Reino Unido, Alemania
Duración: 129 minutos
Tessa y Justin, los protagonistas de esta película, se conocen durante una conferencia al final de la cual ella cuestiona el verdadero papel de la política exterior de una nación y como los intereses comerciales terminan definiéndolo todo. Tessa, que está en el público de la conferencia, eleva su voz y ninguno de sus compañeros la apoya, una vez hecho el mínimo esfuerzo de oir lo que Justin tenía que decirles quieren desentenderse del asunto. Solo Justin la escucha hasta el final y la protege. Quizá esta escena sintetiza la relación de Tessa y su esposo, Justin, el jardinero fiel y constante. Solo la constancia y la fidelidad del jardinero salvarán los ideales de Tessa, que no encuentran eco en parte alguna, que son una voz que clama en el desierto. Muchos de nosotros nos desentendemos de los asuntos desagradables una vez hemos hecho el mínimo esfuerzo, a veces sin siquiera hacer ese esfuerzo mínimo. Cualquiera de nosotros puede reconocer a voz en cuello que es un defensor de la vida, siempre y cuando no haya que ensuciarse las manos. Defendemos “la vida” como un concepto abstracto, no la vida de alguien en particular. A veces ni siquiera la nuestra.
¿A qué se enfrenta Tessa? Sin duda a esa gente que “toma el té junto a la chimenea” mientras la turba hambrienta se destruye a sí misma. Lo terrible es que lo hace prácticamente sola y es que el tema de esta película es la soledad. La soledad de quienes deciden hacer su propio camino y abordar problemas que nadie más quiere ver, la soledad de quien arriesga todo para ser fiel y constante y no defraudar la confianza que se depositó en él. También la soledad del continente africano, convertido en una inmensa jaula de conejillos de indias, abandonado a su suerte y condenado a ser el títere de los intereses comerciales de las compañías farmacéuticas y los vendedores de armas. Quien piense que esto es una exageración debe recordar el genocidio de Ruanda o los excesos del apartheid en Suráfrica.
¿Qué pretende Tessa? Hacer del mundo un lugar mejor, un lugar digno para vivir. No se trata de tenerlo todo, simplemente tener lo mínimo. Se trata de no ser considerado prescindible. Un mundo donde los derechos fundamentales no se conviertan en un negocio que excluya a quienes no tienen ningún privilegio. Ha hecho de semejante misión, digna del Quijote, su trabajo y su vida. “Mi trabajo es mi vida”, llega a afirmar, y también: “sin mi trabajo no soy nada”.
Meirelles ha construido su película con base en la soledad y la confianza. Confía en el paisaje, crudo y hermoso, pero también asfixiante, como la realidad que pretende describir. Confía en los protagonistas que construyen actuaciones brillantes – el premio Óscar de la Academia para Rachel Weisz es un gran acierto – y en una cámara que varía según la intención narrativa del momento, a veces documental, a veces video casero y también las escenas abiertas que quieren capturar la grandiosidad del paisaje. “El Jardinero Fiel” es el reflejo de una lucha, esa lucha que es lo único que puede salvarnos, redimirnos, del tedio de una vida inútil.
Director: Fernando Meirelles
Guión: Jeffrey Caine basado en la novela de John le Carré
Protagonistas: Ralph Fiennes, Rachel Weisz
País: Reino Unido, Alemania
Duración: 129 minutos
Tessa y Justin, los protagonistas de esta película, se conocen durante una conferencia al final de la cual ella cuestiona el verdadero papel de la política exterior de una nación y como los intereses comerciales terminan definiéndolo todo. Tessa, que está en el público de la conferencia, eleva su voz y ninguno de sus compañeros la apoya, una vez hecho el mínimo esfuerzo de oir lo que Justin tenía que decirles quieren desentenderse del asunto. Solo Justin la escucha hasta el final y la protege. Quizá esta escena sintetiza la relación de Tessa y su esposo, Justin, el jardinero fiel y constante. Solo la constancia y la fidelidad del jardinero salvarán los ideales de Tessa, que no encuentran eco en parte alguna, que son una voz que clama en el desierto. Muchos de nosotros nos desentendemos de los asuntos desagradables una vez hemos hecho el mínimo esfuerzo, a veces sin siquiera hacer ese esfuerzo mínimo. Cualquiera de nosotros puede reconocer a voz en cuello que es un defensor de la vida, siempre y cuando no haya que ensuciarse las manos. Defendemos “la vida” como un concepto abstracto, no la vida de alguien en particular. A veces ni siquiera la nuestra.
¿A qué se enfrenta Tessa? Sin duda a esa gente que “toma el té junto a la chimenea” mientras la turba hambrienta se destruye a sí misma. Lo terrible es que lo hace prácticamente sola y es que el tema de esta película es la soledad. La soledad de quienes deciden hacer su propio camino y abordar problemas que nadie más quiere ver, la soledad de quien arriesga todo para ser fiel y constante y no defraudar la confianza que se depositó en él. También la soledad del continente africano, convertido en una inmensa jaula de conejillos de indias, abandonado a su suerte y condenado a ser el títere de los intereses comerciales de las compañías farmacéuticas y los vendedores de armas. Quien piense que esto es una exageración debe recordar el genocidio de Ruanda o los excesos del apartheid en Suráfrica.
¿Qué pretende Tessa? Hacer del mundo un lugar mejor, un lugar digno para vivir. No se trata de tenerlo todo, simplemente tener lo mínimo. Se trata de no ser considerado prescindible. Un mundo donde los derechos fundamentales no se conviertan en un negocio que excluya a quienes no tienen ningún privilegio. Ha hecho de semejante misión, digna del Quijote, su trabajo y su vida. “Mi trabajo es mi vida”, llega a afirmar, y también: “sin mi trabajo no soy nada”.
Meirelles ha construido su película con base en la soledad y la confianza. Confía en el paisaje, crudo y hermoso, pero también asfixiante, como la realidad que pretende describir. Confía en los protagonistas que construyen actuaciones brillantes – el premio Óscar de la Academia para Rachel Weisz es un gran acierto – y en una cámara que varía según la intención narrativa del momento, a veces documental, a veces video casero y también las escenas abiertas que quieren capturar la grandiosidad del paisaje. “El Jardinero Fiel” es el reflejo de una lucha, esa lucha que es lo único que puede salvarnos, redimirnos, del tedio de una vida inútil.