Director: Stephen Daldry
Guión: David Hare basado en la novela de Bernhard Schlink
Protagonistas: Kate Winslet, Ralph Fiennes, David Kross
País: Estados Unidos, Alemania
Duración: 124 minutos
Frecuentemente se es suficientemente valiente como para enfrentar la vida, pero igualmente cobarde para evitar enfrentarse a sí mismo. Es un tema que Stephen Daldry ya había abordado en Las Horas y que nuevamente aparece en El Lector: una vida que empieza a mirarse al espejo y a actuar en consecuencia. Hanna Schmitz carga, literalmente, con su pasado, que no comprende y que, quizá sin saberlo, la aterroriza. Se defiende encerrándose en si misma, de modo tal que no sea posible abrir los canales del dolor y seguramente tampoco los de la alegría. No sabemos ya qué es lo que quiere conservar de su existencia esta mujer anónima, dotada apenas con un frágil amor propio y su orgullo, atrapada en un mundo lleno de contradicciones.
Los personajes de Daldry libran siempre el inútil combate de aquellos para quienes la vida no es un camino unidimensional marcado por el ciclo constante que tantos otros parecen vivir sin mayor problema. Se trata de seres esencialmente solitarios, para quienes la pregunta “¿ser o no ser?” no tiene una respuesta obvia y desencadena para ellos un proceso angustiante. Luchan para conquistar un lugar en el mundo, un lugar que les permita desarrollarse tal como son. Quieren agregar su propio color a la, a veces gris, paleta del mundo.
Lo que se vivió durante la Segunda Guerra Mundial puso de manifiesto la vulnerabilidad de la especie humana frente a sí misma, de una manera nunca antes vista o imaginada. Un escenario semejante desemboca en la paranoia y en la certeza de que sólo sobreviven los más fuertes o los más astutos. Así ha crecido Hanna, así ha llegado a ser lo que es: una mujer que en principio no sabe quién es, porque es apenas el instrumento del monstruo de la guerra. No habla mucho y su silencio es una metáfora de lo poco que sabemos de la sociedad alemana bajo el dominio nazi. ¿Qué fue lo que hizo posible un crimen semejante? ¿Cuáles fueron las motivaciones, no ya de Hitler o de los dirigentes sino de la gente común y corriente que permitió que ocurriera? Nada sabemos sobre las decisiones que se tomaron y que convirtieron a toda una sociedad en una máquina de matar, un arma de guerra.
Se requería la delicadeza de Daldry para presentar la historia de esta mujer, atravesada ella misma por contradicciones: limpia pero desordenada, sensible pero incapaz de interactuar con los demás. Una mujer limitada, honesta casi hasta el cinismo, que quiere y no puede dar amor porque no sabe cómo hacerlo. Se nos aconseja “no suponer maldad si ineptitud es otra posibilidad” pero rara vez atendemos a eso, preferimos suponer que el nuestro es un mundo de buenos y malos, donde no existen los matices. Hanna es una mujer que ignora muchas cosas y, aunque su ignorancia no es una excusa, entender que ella no era capaz de imaginar el tamaño del mundo es el único camino que tenemos para comprenderla.
Comprensión, no un juicio, es lo que necesita Hanna. Cualquier juicio es inútil. Sólo ella descubrirá a través de si misma el verdadero alcance de sus acciones. El paso del tiempo nos muestra como Hanna encuentra el camino que la llevará a la libertad, a una libertad que nadie más puede darle. Un hecho fascinante de la película es la cercana mirada a la humanidad y la honestidad de esta mujer, que nunca se traiciona a sí misma, que ha aprendido la lección que la vida tenía que darle. Ni culpable ni víctima, Hanna encuentra su sitio, lejos incluso de una sociedad mezquina que se lavó las manos a través de ella y que renunció a una verdadera comprensión de la realidad histórica con tal de limpiar la falta.
Dice el evangelio “una palabra tuya bastará para sanarme” y justo eso es lo que le faltará a Hanna. Una palabra que le diga que hubo al menos un intento por entender sus acciones.