El silencio...

El silencio...
...debe romperse

lunes, 15 de octubre de 2012

Fish Tank (2009)


Fish Tank: ¿Estancados?

Director:  Andrea Arnold
Guión: Andrea Arnold
País: UK - Países Bajos
Duración:  123 min.


Las historias de familias no convencionales, esas familias marginales y llenas de problemas, parecían ser un patrimonio exclusivo del tercer mundo. Son familias que no han resuelto sus necesidades básicas, encarceladas por la tradición: condenadas desde el pasado y sin ninguna clase de futuro. Familias que preparan a sus hijos para una vida llena de carencias, convenciéndose unos a otros de que su posición es la del borde, nunca la del centro. Familias que producen seres ajenos a la educación y la cultura y que, a veces, terminan volviéndose molestos para el resto de la sociedad que se niega a ver más allá de sus narices y es incapaz de renovar su capital humano.

Fish Tank” es el retrato de una familia problema en un escenario distinto: un país del primer mundo que siempre nos imaginamos cercano a la perfección. ¿Qué lugar ocupan en un país así estos seres? Son seres invisibles, que viven y mueren sin aparecer en las portadas de las revistas. No por ello son menos valiosos, no por ello dejan de tener su propia visión de la vida y su manera de resolver los problemas y lidiar con la cotidianidad.

Mia, una adolescente “problema” es la protagonista de “Fish Tank”. Tiena una madre que se niega a crecer y termina siendo casi contemporánea de ella. Un padre ausente y una hermana menor, una niña que fuma en las fiestas y que crece descuidadamente, como una planta silvestre, como ha crecido Mia. Allí aparece Connor, un hombre que representa una esperanza para esta familia tan desordenada que puede aferrarse a lo que sea. Connor va a modificar su presente y su futuro, particularmente el de Mia.

“Fish Tank” muestra como en cualquier parte del mundo hay personas que sobreviven como pueden. Los marginales. Se quisiera que fueran invisibles, pero no es así. Tienen empleos mal pagados y su valor como humanos a veces no es respetado, según las circunstancias en que viven. Han tenido que crear códigos de comunicación propios y desarrollar maneras diferentes de demostrar sus afectos, si es que tales afectos existen. La familia como institución es cada vez más fría, más indiferente tal como la sociedad que supuestamente sostiene. La sociedad, confundida y débil, tiene cada vez menos respuestas para estas familias cuyos problemas son un enigma.

Así, queda el silencio como única opción. El conformismo va apoderándose de sus vidas. Cada día se convierte en una guerra contra el mundo: pero cuando uno golpea al mundo el único lesionado es uno mismo. Se han estancado, sin expectativas claras. Viven las circunstancias como van viniendo, buscando salidas inmediatas y, para quien juzga desde fuera, fáciles. En esa batalla contra el desamor y la inestabilidad, los primeros vulnerados son los sentimientos. 

domingo, 12 de febrero de 2012

¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984)

¿Qué he hecho yo para merecer esto?: La sagrada familia
Director: Pedro Almodóvar
País: España
Duración: 101 min.
La familia es la base de la sociedad”. Las personas repiten esta afirmación sin pensar siquiera en lo peligrosa que es. Incluso las reinas de belleza usan la frase como un comodín para asegurar al menos el título de primera princesa, aunque ellas (por supuesto) no pueden pensar mucho en lo que dicen: toda una corona depende de eso. ¿Qué clase de familia permite que una hija vaya a venderse de esa manera?
En las familias hay temas que ya no se discuten. Un pacto de silencio aquieta la superficie del mar turbulento que cada familia es. Todo se da por entendido, aunque nadie entienda realmente alguna cosa. La falta de comunicación también es un problema en nuestra sociedad y también son frecuentes los pactos de silencio: la idea de que no vale la pena arriesgarse a decir nada porque alguien más lo dirá, o porque nadie va a escucharlo a uno.
Pero debe ser cierto que la familia es la base de la sociedad. Y quizá por eso es que estamos como estamos. De todos modos no se puede negar que el ejemplo empieza en casa y si nuestra sociedad se está desmoronando, debe ser la réplica de lo que ocurre al interior de nuestras familias. Debe ser ahí donde empezamos a no respetar el valor de la vida, a no creer en un futuro mejor para todos y a no luchar por un objetivo común.
No se puede exigir a una sociedad el progreso y el respeto de las reglas de convivencia, si todo ello no se construye desde el hogar. ¿Qué otra cosa se puede formar en un entorno en el que reinan la infelicidad y el resentimiento? Frecuentemente es en la familia donde se gestan las frustraciones de personas cuyas vidas fueron trazadas de antemano. Y es también en la familia donde se desconocen por primera vez los lazos afectivos: ahí aprendemos que nadie puede hacernos tanto daño como quien nos conoce muy bien. En la familia aprendemos a desconfiar hasta de los que amamos.
Pertenecemos a una sociedad patriarcal, donde la figura masculina lleva las riendas de la familia y es el soporte de la madre y los hijos. Un icono típico de la sociedad occidental, resquebrajado. Lo que algunos llaman la caída del padre se refiere sin duda a este hombre que no es capaz siquiera de sostenerse a sí mismo y cuya voz de mando es ahora inaudible. Sorprende su vigencia, sobre todo cuando ahora más que nunca uno se pregunta ¿qué es lo que nos sostiene?
Poco se puede esperar o exigir a las nuevas generaciones, expuestas a estos valores de papel respaldados con ejemplos gelatinosos. Nacen y se reproducen en un ambiente hostil, en medio de la indiferencia de unos padres demasiado ocupados en buscar como alimentarlos y educarlos. Sin saber que tienen una cultura propia, se acogen a los parámetros de una cultura ajena, esperando satisfacer sus vacíos y ambiciones, siempre hambrientos sin saber de qué. No sienten reparo alguno para hacer lo que les venga en gana. Sin crecer lo suficiente, se tragan un mundo lleno de tentaciones, en particular la del dinero fácil. La valoración propia depende exclusivamente de la opinión ajena. Los escrúpulos dependen de si alguien está o no mirando.
En ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Almodóvar se mete a un hogar y nos muestra su particular visión de la familia. Si, una estética exagerada y kitsch, unos personajes pintorescos y graciosos. Una realidad cruda y despiadada. La frustración y la soledad que nos recuerdan que el nuestro es un mundo de arena y roca. Un guión inteligente, construido con ingenio, para retratar a nuestras sagradas familias.