La Duda: ¿Creer o no creer?
Director: JohnPatrick Shanley
Guión: John Patrick Shanley
Protagonistas: Meryl Streep, Philip Seymour Hoffman, Amy Adams
País: U.
S. A.
Duración: 104 min
La rutina es inevitable. Parece imposible sustraerse a ese fantasma que lentamente se apodera de nuestros días y nos va confinando en un cuarto cada vez más pequeño y con menos luz. De repente nos sentimos aislados, desesperados y atascados. Ya no queremos estar ahí. Perdemos el sentido de la realidad y los hechos que antes eran familiares se convierten en una masa de sentimientos encontrados y visiones confusas. Hay un choque entre lo que queremos ser o lo que creíamos ser y aquello en lo que nos hemos convertido y es entonces cuando surge la duda: esto que estoy viviendo, ¿es realmente mi vida? Si es cierto eso de que no vemos sino lo que queremos ver, es válido preguntarse sobre la realidad de nuestra existencia. Acaso hemos decidido habitar en un mundo paralelo y ya no sabemos qué es y qué no.
El creciente auge de lo virtual, ha
revelado la verdadera naturaleza de nuestro mundo: adoramos las grandes
mentiras y nuestros mecanismos de defensa buscan afanosamente la evasión. Todo
pasa demasiado rápido y esa es una excusa perfecta para no pensar demasiado.
Tenemos nuestros propios problemas, de modo que no hay tiempo para ponerse en
los zapatos del otro o meditar mucho en las situaciones ajenas. Nuestras
conversaciones son un diálogo de sordos, en el que simplemente esperamos el turno
para decir algo que deje al otro consciente de su ignorancia y nos convenza de
nuestra inmensa cultura. No toleramos la versión que el otro tiene de la
realidad y esto nos simplifica el trabajo. Sin embargo, nos despoja de
herramientas necesarias para entender nuestro propio mundo; nos olvidamos
demasiado pronto que el otro también es humano y que si bien “nadie sabe cuánto pesa el costal, más que
el que lo trae cargando” quizá nos haga falta dar un vistazo a la vida de
nuestros semejantes para comprender mejor lo que nos ocurre a nosotros mismos.
Nuestra rutina se alimenta de hechos, que se suceden unos tras otros y nos desgastan, imperceptiblemente. En algún momento perdemos la ingenuidad y somos capaces de lanzar juicios que creemos certeros, sin siquiera tener elementos suficientes. Pensamos mal y creemos que eso basta para acertar. De esto se trata “La Duda” donde el pequeño cuarto es la ciudad de Nueva York de los años sesenta. Aunque no tenemos evidencia suficiente, casi podemos afirmar que algo ocurre. Pero no lo vemos claro, una espesa niebla nos roba los hechos y nos deja las suposiciones. Estos personajes, magistralmente interpretados, están dando palos de ciego y a veces verdaderos garrotazos. Entre la ira y la impotencia que causa el no saber, quieren abrirse paso hacia la verdad. En el camino no ganan ni la pasión ni la razón, se pierde la objetividad y todos terminan sintiendo la culpa no solamente de no saber, sino de haber actuado sin saber.
¿Qué significa ser justo? Juzgamos a los demás por sus actos y a nosotros mismos por nuestros ideales. No hay mucha justicia en ello. Menos justicia hay en el hecho de juzgar a los otros no por lo que sabemos sino por lo que suponemos. Una y mil veces hemos comprobado que las apariencias engañan y sin embargo no podemos dejar de guiarnos por ellas, de modo que no siempre la experiencia nos enseña tanto como creemos. Ni por viejos ni por diablos sabemos lo suficiente para decidir sobre los otros y, tristemente, tampoco sobre nosotros mismos.
Nuestra rutina se alimenta de hechos, que se suceden unos tras otros y nos desgastan, imperceptiblemente. En algún momento perdemos la ingenuidad y somos capaces de lanzar juicios que creemos certeros, sin siquiera tener elementos suficientes. Pensamos mal y creemos que eso basta para acertar. De esto se trata “La Duda” donde el pequeño cuarto es la ciudad de Nueva York de los años sesenta. Aunque no tenemos evidencia suficiente, casi podemos afirmar que algo ocurre. Pero no lo vemos claro, una espesa niebla nos roba los hechos y nos deja las suposiciones. Estos personajes, magistralmente interpretados, están dando palos de ciego y a veces verdaderos garrotazos. Entre la ira y la impotencia que causa el no saber, quieren abrirse paso hacia la verdad. En el camino no ganan ni la pasión ni la razón, se pierde la objetividad y todos terminan sintiendo la culpa no solamente de no saber, sino de haber actuado sin saber.
¿Qué significa ser justo? Juzgamos a los demás por sus actos y a nosotros mismos por nuestros ideales. No hay mucha justicia en ello. Menos justicia hay en el hecho de juzgar a los otros no por lo que sabemos sino por lo que suponemos. Una y mil veces hemos comprobado que las apariencias engañan y sin embargo no podemos dejar de guiarnos por ellas, de modo que no siempre la experiencia nos enseña tanto como creemos. Ni por viejos ni por diablos sabemos lo suficiente para decidir sobre los otros y, tristemente, tampoco sobre nosotros mismos.