Guión: Michael Haneke
Protagonistas: Jean-Louis Trintignant, Emmanuelle Riva, Isabelle Huppert
País: Francia, Alemania, Austria.
Duración: 127 min
Los vínculos afectivos son esenciales
en nuestra existencia y hacen parte fundamental de ella. No solamente somos
personas, somos siempre hijos y a veces hermanos, amigos, amantes o padres de
otras personas. La etimología de la palabra “sujeto” remite a la sumisión: hay
quien afirma que si somos sujetos es
porque estamos sujetos de los lazos interpersonales. ¿Por qué los llamamos
lazos? Porque nos conectan, sí, pero también nos atan. Ninguna relación
funciona si no hay ciertas reglas que cumplir y ciertos límites que respetar. Al
final el tiempo tiene la última palabra. Solamente cuando el tiempo ha pasado
podemos percibir qué tanto de nuestras buenas intenciones se materializó en
hechos reales para construir afectos verdaderos.
Pasamos la vida buscando certidumbres y huyendo de las cosas que si
tenemos seguras: el paso del tiempo y el final de la existencia. La vida no nos
engaña, pero no queremos hacerle caso. No queremos saber de las señales que nos
dicen que nuestro cuerpo registra el paso del tiempo y que finalmente nos vamos
a morir. “Amor” es una película que nos enfrenta con estas realidades. Se dice
por ahí que la vejez llega cuando nuestro espíritu envejece, pero llega un
momento en que el cansancio del cuerpo nos pasa la cuenta de cobro. Es
inevitable. Progresivamente el hastío nos va llenando, sin dejar espacio para
nada más. Los protagonistas de “Amor” sienten esto, tan parecido a la muerte y,
sin embargo, siguen vivos. Hay que ocupar el tiempo, ya sea porque quieren
seguir dando la batalla o porque es lo que se espera de ellos.
No sentimos que los protagonistas de “Amor” estén a la deriva. ¿Qué
sostiene a estos personajes? Se sostienen el uno al otro. ¿Qué ocurriría si uno
de ellos falta? No hay una respuesta razonable. Es imposible estar preparado
para la ausencia. A diferencia del amor, la muerte no es una abstracción. Ensaye
el lector a explicar lo que es el
amor y verá como las palabras se agotan antes de hilar algo coherente. La idea
del amor nos engaña a la vez que nos revela los detalles más íntimos de nuestra
personalidad; nos hace sufrir y puede darnos inmensas alegrías; puede, en
últimas, extraer lo mejor y lo peor de nosotros.
Pero esa idea del amor se puede traducir en actos de amor. La perseverancia de una pareja, la tolerancia y la
convivencia son manifestaciones del acto de amar. Decía La Rochefoucald que “hay
personas que nunca se habrían enamorado si no hubieran oído hablar nunca del
amor”, haciendo evidente que hay todo un abismo entre la manoseada idea del amor y lo que un acto de amor
significa. La voluntad de construir algo es esencial y esto cada vez parece más
lejano cuando nos movemos en una vitrina de seres humanos con la pretensión
absurda de encontrar un ser perfecto en alguna parte. Dicen estar “cansados de
besar sapos” como si realmente se merecieran algo diferente.
“Amor” es un homenaje a los actos de amor sinceros que no siempre se producen para procurar placer. Es una celebración
del verdadero amor que quiere evadir la muerte y ser la parte de nosotros que
trasciende.